viernes, 2 de diciembre de 2011

La tristeza


     Se empieza a notar ya la resaca del año, esa fuerza que arrastra hacia atrás las fechas, los nombres, las estadísticas, esa fuerza de succión que ordena los meses por orden inverso al orden cronológico y nos llama a mirar cómo se cierra el telón que hemos convenido para los días. El último trozo del año va alejando una porción de vida hacia el recuerdo de un año que fue la vida. Se alargan las noches. Diciembre ha llegado con la sombra sobre la que poner el consuelo de las velas, la sombra sobre la que escribir, echando un poco de luz, letras, listas, inventarios. Inventarios de adioses que preceden a los propósitos. Listas de muertos y de muertes, como las de esas 55 mujeres que se han muerto de su pareja, cónyuge o marido lo mismo que otras personas se mueren de un enfisema pulmonar, de un ictus o de un ataque al corazón. La gente se muere de lo que puede, vive como puede, vive lo que le dejan. La gente vive como sabe o no sabe, a trancas y a barrancas, a lo grande, al día, de lo que tiene, de lo que le prestan. La gente se muere de lo que puede, se muere de la vida, que es una enfermedad curiosa, y a veces se mata en el coche que no había terminado de pagar. Los suicidios son ya la primera causa de muerte externa en España, por encima de los accidentes de circulación, pero el mérito no es tanto de los suicidas como de la Dirección General de Tráfico, que ha conseguido que el número de muertes en carretera disminuya.  Más de dos mil muertos en carretera no está mal, eh, pero es menos de los 4295 que hubo en el año 2000. Las enfermedades del sistema circulatorio, los tumores y las enfermedades respiratorias son las principales causas de muerte en los países desarrollados o llamados de esa manera. En África, las primeras causas de muerte son las enfermedades infantiles, las enfermedades infecciosas y la desnutrición. Pero occidente vive su crisis económica con entrega, con obsesiva entrega, y tiene cada vez menos tiempo para aquella parte del mundo donde las primeras causas de muerte son las infecciones y el hambre. El hambre, qué palabra tan incomprensible en los aviones y en los despachos, en las juntas directivas y en los consejos de administración.
     Diciembre ya está aquí. Y los meses no sólo son apartados del tiempo, sino símbolos. Están llenos de fechas, los meses, y también de significados, de connotaciones, de nombres, de trastos mentales. Diciembre es un mes para el impulso de salir de la estrechez del yo, que nos ahoga, pero a veces salimos del egoísmo individual y nos atrincheramos en un egoísmo colectivo, que es lo que vienen a ser los nacionalismos en su vertiente fea. Cuando crece la sombra, se junta la tribu alrededor del fuego y comparte víveres y relatos. Dicen que se muere más la gente en invierno. O que muere más gente en invierno. Por la tristeza. Es la sombra. Las tiendas de decoración venden muchas velas aromáticas, pero no es por el aroma, la gente no las compra por el aroma, las compra por el fuego, que ahuyenta el núcleo de frío de la sombra. La luz eléctrica ahuyenta la sombra, pero el fuego ahuyenta el núcleo frío de la sombra, o al menos lo combate. En el País Vasco, se acaba de poner en marcha una red de donación de cerebros que va a servir para estudiar algunas causas de muerte, como el alzhéimer y el parkinson. No nos va a servir para cambiar de cerebro, pero acaso sirva para estudiar la tristeza.