Más interesante que los platos y los corazones rotos, más que las intimidades y las broncas de las estrellas de cine, es la novela trágica en la que se sitúa este episodio. Los primeros capítulos de la novela de la ciencia española fueron más trágicos, pero los episodios de la democracia son más frustrantes, porque los diferentes gobiernos parecen decididos a titubear y acaso malograr con sus titubeos aquello que está, hoy sí, al alcance de la mano. No me refiero solamente al trabajo de Barbacid y el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, aunque este episodio es una muestra de cómo van las cosas. Van mal. Se hacen a medias. Se ha calculado que España es un 20% más pobre de lo que sería si invirtiera más y mejor en ciencia y desarrollo. Pero tenemos una burocracia entorpecedora y leyes bastante torpes. Y algunos otros impedimentos.
Mariano Barbacid pertenece a la élite científica mundial. La ciencia es poco democrática o muy democrática, según se mire. En ella mandan los mejores o los que mejores resultados obtienen sea cual sea su origen y extracción social. Eso, siempre que exista un sistema que detecte y apoye a los mejores. Así avanza la ciencia. Mariano Barbacid dirigía el equipo de investigación estadounidense que, a comienzos de la década de los ochenta, realizó un descubrimiento fundamental para el estudio del cáncer. En EE UU, donde vivió veinte años, era director del departamento de oncología en el Instituto Nacional del Cáncer de Maryland. El Gobierno de Aznar lo trajo de EE UU en 1998 para ponerle al frente del nuevo Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Una vez que consiguió a Barbacid, el Gobierno de Aznar respiró hondo y se relajó. Enseguida quisieron recortar el presupuesto que habían prometido. En 2004, Barbacid declaró: «Sobrevivimos gracias al dinero de la UE».
Bien, ese mismo año llegó el PSE al Gobierno y, más tarde, entró en escena nuestra querida ministra Garmendia Mendizabal, donostiarra, bióloga, especialista en biomedicina. Ya está, pensamos, los problemas de Barbacid se van a arreglar y, con sus buenos resultados, recibirá un apoyo sin precedentes. Y entonces, es decir, ahora, Mariano Barbacid sale despedido. Primero salió en la prensa anunciando: «Tenemos bloqueados 50 millones contra el cáncer». La Ley de Economía Sostenible abre la puerta a que las fundaciones del sector público participen en el capital social de sociedades mercantiles, pero Garmendia paralizó esta vía apoyándose en una ley anterior, la de Fundaciones. No hay que parar la investigación, dice la ministra, el CNIO dispone de 58 millones. Sí, contesta Barbacid, para 'todos' los proyectos, no para el Programa de Terapias Experimentales. En esta trifulca pierde la ciencia y todos perdemos. Y no entendemos nada. Y nos gustaría, de verdad, entender algo.