viernes, 15 de febrero de 2013

Bilbao, la lluvia y dos sonetos de Blas de Otero



En Bilbao llueve mucho, llueve más que en Londres. De hecho, la media anual en la cornisa cantábrica es de unos 1500 litros de lluvia por metro cuadrado, y en Bilbao las precipitaciones anuales suelen estar entre los 900 y los 1300 litros por metro cuadrado. Esto no sólo tiene consecuencias prácticas en la vida de sus habitantes sino consecuencias en la manera en que los escritores y artistas representan e imaginan la ciudad, y, por supuesto, en la forma en que la imaginan todos quienes la conocen por vivir en ella, por visitarla a menudo o por entrar con frecuencia en esa ciudad imaginaria que es el reflejo y la continuación de la ciudad real. 

Para mi, Bilbao con sol es una ciudad extranjera. Una ciudad extraña y luminosa por la que voy con asombro, descubriendo detalles que no pueden verse otros días y evocando cosas remotas, ciudades lejanas o días lejanos. El Bilbao soleado es una ciudad que nos visita a nosotros y se establece a nuestro alrededor sin que la hayamos invitado, una gozosa invasión, podríamos decir. 

Pero el verdadero Bilbao es el Bilbao de la lluvia. Hay un Bilbao en el que siempre llueve, y está en las páginas de muchos libros y en las imágenes que atrapan algo de esa atmósfera de ciudad vuelta hacia adentro, ciudad de ventanas encendidas y de cosas perdidas en la niebla en la que todo suena de otro modo y en el rumor que es el sonido de la ciudad hay voces y hay versos. Como estos de Blas (de Otero) que no podrían faltar en una antología sobre la lluvia en Bilbao.




Blas de Otero: sonetos de Bilbao con lluvia


LEJOS

Cuánto Bilbao en la memoria. Días
colegiales. Atardeceres grises,
lluviosos. Reprimidas alegrías.
furtivo cine. cacahuey. anises.

Alta terraza, procesión de jueves
santo, de viernes santo, santo, santo.
Por Pagasarri las últimas nieves
y por Archanda helechos hechos llanto.

Vieja Bilbao, antigua plaza Nueva,
Barrencalle Barrena, soportales
junto al Nervión: mi villa despiadada

y beata. (La virgen de la Cueva
que llueva, llueva, llueva). Barrizales
del alma niña y tierna y destrozada.



1923

Llueve en Bilbao y llueve llueve llueve
livianamente, emborronando el aire,
las oscuras fachadas y las débiles
lomas de Archanda, mansamente llueve

sobre mi infancia colegial e inerme
(jugando con los chicos de la calle
reconcentrada y tímidamente).
Por Pagasarri trepan los Pinares.

Llueve en la noche triste de noviembre,
el viento roza y moja los cristales,
y, entresoñando, escucho. Llueve llueve

en mi villa de olvido memorable
-mademoiselle Isabel-, pálida frente
de niño absorto entre los soportales...