lunes, 20 de febrero de 2012

Un día de febrero: de la plaza Indautxu a la Alhóndiga por la calle Ercilla


Esto es el invierno en el centro de Bilbao. El invierno ahora llega tarde; no hay forma de tener unas Navidades como Dios manda. Pero el frío y la nieve acuden a la cita, tarde o temprano. La oscuridad. La plaza Indautxu casi desierta.

Al fondo de esta imagen, el edificio de viviendas del arquitecto Rafael Fontán, un clásico del racionalismo bilbaino, aparece detrás de la neblina. Y la neblina está hecha de humedad, de una fina nieve que no se aprecia en la fotografía. La fachada de la derecha del edificio de Fontán está en la calle Alameda de Urquijo. La de la izquierda se prolonga por la calle Ercilla.







Este edificio de viviendas se inauguró en 1943, aunque se empezó a construir varios años antes.
 A partir de los años 30 del siglo XX, época de desarrollo de Ensanche, hay en Bilbao una reacción contra el barroquismo, el eclecticismo, los diferentes historicismos que habían hecho fortuna en las décadas anteriores. Y se extienden por el nuevo centro de la villa estas hermosas esquinas curvas, casi siempre rematadas en torres elevadas, como faros; las fachadas en las que predominan las lineas horizontales, el ladrillo rojo y la carpintería blanca o verde; el juego de líneas armonioso y limpio de cornisas y balcones.





Para llegar hasta el edificio de la Alhóndiga, podríamos tomar la calle de la derecha, que es un tramo de la Alameda de Urquijo, pero en lugar de eso vamos hacia la izquierda, por la calle Ercilla, donde encontramos a una de esas infatigables criaturas recicladoras que se han hecho tan habituales en nuestras ciudades, con sus carritos y su incesante rebusca por los contenedores.









Y así llegamos frente al hotel Ercilla, que es de 1973, aunque su interior ha sido remodelado en este siglo.





El edificio racionalista del fondo, en la confluencia de Ercilla con Licenciado Poza, es de Pedro Ispizua y fue construido entre 1931 y 1935.







Nos damos la vuelta un momento para mirar este edificio tan característico de los alrededores de la Plaza Indautxu. Llevo toda la vida viéndolo y no sé nada de él. ¿Quién sería su autor? ¿Manuel María Smith? ¿Leonardo Rucabado? Ni idea. Trataré de averiguarlo.














Hay en la calle Ercilla, cosa muy apropiada, un busto de Alonso de Ercilla














Y esta casa de referencias neovascas o vasco-montañesas que hace esquina con la calle Iparraguirre.

















Y, como en un juego de réplicas, otro edificio racionalista con su característico chaflán redondo y sus armoniosos juegos de volúmenes y líneas, en la esquina donde confluyen Ercilla, Iparraguirre y Rodríguez Arias. Si siguiéramos adelante llegaríamos a la Gran Vía (por Iparraguirre) o a la Plaza Moyúa (por Ercilla).




Pero nos damos la vuelta para ir hacia atrás por Iparraguirre.





















En la confluencia de Iparraguirre con Licenciado Poza está el Colegio del Pilar y, frente a él, o mejor dicho, frente a la fachada que vemos a la izquierda, la Plaza Bizkaia.





Y al fondo de la plaza Bizkaia, la Alhóndiga, el edificio que fue almacén de vinos hasta los años 70 y que hoy es un centro cultural y cívico con exposiciones, instalaciones deportivas, biblioteca, librería y restaurantes. Pero seguimos llamándolo la Alhóndiga. Se construyó sobre proyecto de Ricardo Bastida entre 1905 y 1909. Fue muy novedosa en la época la técnica de construcción en hormigón armado. Sufrió un aparatoso incendio en el año 1919. En 2010 se reinauguró como centro cultural. Para rediseñar el interior y rehabilitar el edificio según las necesidades de una nueva época y de las nuevas funciones a las que se dedicaría, se contó con la colaboración de Philippe Starck.






















La Alhóndiga es un  tanto siniestra, lo cual no deja de tener su gracia, pero son siniestras sobre todo estas fachadas tan del gusto de principios de siglo XX. El interior oscuro, obra de Philippe Starck, iluminado puntualmente allí donde se necesita, hoy día resulta acogedor a pesar de su gran tamaño. No lo era allá por los 70, cuando el edificio quedó en desuso y empezó a correr el rumor de que iba a ser derribado, y allá por los 80, cuando fue utilizado como "pasaje del terror". La Alhóndiga es hoy uno de los edificios emblemáticos de la villa, del mismo modo que Ricardo Bastida, el arquitecto que lo concibió, fue unos de los modeladores del Bilbao de principios de siglo XX y de algunas de sus fachadas más características. Lo cierto es que tener una Alhóndiga como esta era una auténtica bilbainada y, claro, semejante potencial nos ha dado, tras su reconversión, una especie de plaza interior y un centro de servicios culturales del que carecía el centro de la ciudad y que han sido muy celebrados por los vecinos y por visitantes ocasionales.