miércoles, 29 de diciembre de 2010

Cuentos de Navidad y cuentos de Año Nuevo

(Versión para la Red)
María Maizkurrena

El cuento de Navidad por excelencia es el de Charles Dickens, no sólo por la bondad de la obra y su popularidad, sino por la potencia de la industria audiovisual anglosajona, que ha inundado de versiones el mundo. Un pueblo que no esté mayoritariamente alfabetizado, uno que se haya alfabetizado tarde (mucho después de que la imprenta, los libelos y los periódicos dieran lugar a los primeros medios de comunicación de masas), esa parte del pueblo que no ha llegado a la lectura aunque haya aprendido las letras en la escuela, conoce la obra de Dickens por sus efectos en las diferentes pantallas. Una parte de la humanidad ha pasado directamente de la literatura oral a las pantallas.
Mi hija de cinco años ya tiene noticia del Cuento de Navidad, aunque para ella Mister Scrooge sea el pato Donald (o el tío Gilito, no recuerdo) doblado al español. ¿Quién no ha visto una de las muchas películas basadas en el Christmas Carol de Dickens que nosotros traducimos como Cuento de Navidad, aunque no sepa que se llaman así la obra ni el escritor? Los fantasmas atacan al jefe es una adaptación para el cine hecha en EE.UU. en 1988 que no he visto ni quiero ver y que, en su versión original, se titula Scrooged. Los personajes del relato dickensiano son figuras universales de la cultura mundial y su cuento o villancico navideño es la Navidad misma (junto con Qué bello es vivir, la película de Frank Capra).
Dickens combinaba el aviso moral con el triunfo complaciente de los buenos sentimientos, la denuncia de las injusticias y lacras sociales con los paños calientes. Dickens no nos amarga las Navidades, pues en su relato el espíritu navideño nos redime de la dureza de nuestro corazón. ¿Qué puede ofrecer la literatura escrita en español para competir con esto? ¿Tal vez algo de Clarín? Leopoldo Alas, Clarín, fue, como Dickens, escritor y periodista, o escritor de periódicos, además de autor de cuentos y novelas, pero Dickens tenía 40 años cuando nació Clarín y Clarín no había cumplido los 20 cuando murió Dickens. Clarín escribió un cuento que se titula Pipá y que el lector curioso puede leer en www,cervantesvirtual.com/bib_autor/Clarin.
Sin embargo, el relato invernal de Clarín no nos sirve como cuento navideño. Para nada. No se le puede poner un lazo rojo y venderlo con el merchandising propio de estas fechas. El relato de Clarín, me temo, tiene un final de novela naturalista, un final atroz. Ya lo dice el propio Clarín: “fue Pipá un gran problema que nadie resolvió”. ¿Quién quiere oír de problemas irresueltos? Es mejor calentarse las manos en el fuego del hogar. Hace frío ahí fuera.

Terminé de escribir lo anterior y me fui a comprobar qué estaba viendo mi hija en Clan, el canal infantil de TVE. Descubrí, cómo no, que estaba absorta en una versión para adolescentes del Cuento de Navidad, versión en la cual el Sr. Scrooge había sido sustituido por una joven millonaria cuyo corazón era tan duro como el del avaricioso y solitario viejo. A la chica se le aparecían el fantasma de las navidades pasadas, el de las navidades presentes y el de las navidades futuras y, claro, se le derretía el hielo de su frío corazón.
La fantasía de Dickens es una fábula cristiana. En ella la salvación es individual y aunque sepamos que, si un sólo señor Scrooge cambiase, el mundo seguiría lleno de toneladas de señores Scrooge, al menos nos conforta este triunfo del bien con que se nos compensa tras haber contemplado la argamasa de crueldad que rellena los desniveles de la sociedad humana. Siempre que leo el cuento o veo alguna de sus variantes (los medios audiovisuales se parecen a la literatura del Medievo, que reescribía y traducía y llevaba de un sitio a otro unas mismas fuentes) me acuerdo (ya lo he dicho) de Pipá, el cuento de Clarín donde el chico del arroyo tiene la oportunidad de salvarse pero la rechaza, porque no puede verla y, por tanto, no puede elegirla. Esto es la contra Navidad, la anti Navidad. Medicina amarga.
Ahora lo que necesitamos es engañarnos con los cuentos de Año Nuevo, los cuentos en los que nos prometemos que vamos a ser mejores y que lo vamos a hacer mejor. Están en ello los partidos políticos. Nos prometen que harán más, ya que no mejor, pues no pueden admitir que alguna vez se salieran de la perfección. Ha sido muy comentada la página web de Mariano Rajoy, sobre todo por ese despacho virtual donde ¿conocemos? sus gustos. Sólo tres libros destacados en la biblioteca de Don Mariano, y uno es La Catedral del Mar, best seller del tiempo que suelo abrir por juego cuando visito ciertos grandes almacenes y, cada vez, me regala una frase mal escrita. ¿O es Carlos Ruiz Zafón el que me regala frases fabulosamente incorrectas? No lo recuerdo. Todos me parecen iguales. ¿Miente Rajoy o, peor aún, es sincero? ¿Es bueno que un aspirante a presidente del Gobierno lea a Ildefonso Falcones en lugar de leer, no sé, a Elías Canetti, a Octavio Paz o a San Agustín? ¿Es bueno que los líderes políticos quieran ser tan como todo el mundo, tan como la inmensa mayoría a la que no ha llegado Blas de Otero pero sí Ildefonso Falcones? ¿Quién le escribe a Mariano Rajoy sus cuentos de Año Nuevo?

Bilbao, Navidades de 2007