martes, 26 de junio de 2012

La ciudad secreta

La ciudad secreta está delante de nuestros ojos. Es lo cotidiano, lo permanente, lo fugaz. Es lo aleatorio. Es el juego de la vida urbana sobre el tablero de las tres dimensiones. Las calles se construyeron a imitación de los lechos secos de los ríos. Las fachadas son acantilados artificiales y tapan una parte de la ciudad, los túneles que no se comunican, las guaridas, las máquinas de vivir. La ciudad se mueve en las calles y su cara es una larga fachada interrumpida por el aire. El cielo, que es de aire, es una parte importante del sistema. En los interiores la ciudad circula, late, suena debajo de su piel hermética. Debajo de la piel de piedra y hormigón, de ladrillo y estuco, debajo de las formas y los símbolos que miran a la calle, se protege la ciudad oculta. La ciudad secreta, en cambio, está a la vista de todos, pero no es lo monumental ni lo turístico ni lo promocional ni lo promocionado. Es el hecho que se repite y el azar en la esquina. La ciudad secreta es humilde, es orgullosa, es humilde y orgullosa a la vez, altiva y vencida, se cae a pedazos, se renueva, se reconstruye, resiste, da la vuelta. Es pública pero pasa inadvertida. Es evidente pero sólo la ve quien sabe rescatarla de la costumbre invisible.